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jueves, 30 de junio de 2011

BIENVENIDOS AL TIEMPO DURANTEN EL AÑO

Lienzo pintado de Caludio Pastro que muestra secuencialmente el desarrollo
de las Palabra de  Dios en el Tiempo durante el Año

Desde el lunes posterior a la Fiesta de Pentecostés retomamos la celebración del Tiempo durante el año o Tiempo Ordinario. Es el tiempo más antiguo de la organización del año cristiano.

Y además, ocupa la mayor parte del año: 33 ó 34 semanas, de las 52 que hay.
Una primera parte la hemos vivido desde el final de la Navidad hasta el comienzo de la Cuaresma (semana 1º a 10º), terminado el ciclo pascual (Cuaresma, Triduo y Cincuentena) retornamos a este tiempo litúrgico des de la semana 11º a la 33º.

El Tiempo Ordinario tiene su gracia particular que hay que pedir a Dios y buscarla con toda la ilusión de nuestra vida: así como en este Tiempo Ordinario vemos a un Cristo ya maduro, responsable ante la misión que le encomendó su Padre, le vemos crecer en edad, sabiduría y gracia delante de Dios su Padre y de los hombres, le vemos ir y venir, desvivirse por cumplir la Voluntad de su Padre, brindarse a los hombres…así también nosotros en el Tiempo Ordinario debemos buscar crecer y madurar nuestra fe, nuestra esperanza y nuestro amor, y sobre todo, cumplir con gozo la Voluntad Santísima de Dios. Esta es la gracia que debemos buscar e implorar de Dios durante estas 23 semanas del Tiempo Ordinario.

El que no crece, se estanca, se enferma y muere. Debemos crecer en nuestras tareas ordinarias: matrimonio, en la vida espiritual, en la vida profesional, en el trabajo, en el estudio, en las relaciones humanas. Debemos crecer también en medio de nuestros sufrimientos, éxitos, fracasos. ¡Cuántas virtudes podemos ejercitar en todo esto! El Tiempo Ordinario se convierte así en un gimnasio auténtico para encontrar a Dios en los acontecimientos diarios, ejercitarnos en virtudes, crecer en santidad…y todo se convierte en tiempo de salvación, en tiempo de gracia de Dios. ¡Todo es gracia para quien está atento y tiene fe y amor!

El espíritu del Tiempo Ordinario queda bien descrito en el prefacio VI dominical del Misal Romano:

“En ti vivimos, nos movemos y existimos;
y todavía peregrinos en este mundo,
no sólo experimentamos las pruebas cotidianas de tu amor,
sino que poseemos ya en prenda la vida futura,
pues esperamos gozar de la Pascua eterna,
porque tenemos las primicias del Espíritu
por el que resucitaste a Jesús de entre los muertos”.

martes, 7 de junio de 2011

PENTECOSTÉS: LA PROMESA SE CUMPLE


Queridos hermanos:

Nuestro Señor ya ha ascendido al cielo el Domingo VII de Pascua, dejándonos una tarea: "Vayan, entonces y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos." Pero no dejó también una garantía: "Yo estoy con ustedes hasta el fin del mundo."(Mt 28,19).

Toda la Pascua ha estado atravesada por una promesa:

"Y yo rogaré al Padre, y él les dará otro Paráclito
para que esté siempre con ustedes: el Espíritu de la Verdad"
(Jn 14, 16-17)

Ya nos encontramos próximos a celebrar la gran Fiesta de Pentecostés, recuerdo de la efusión del Espíritu Santo sobre los Apóstoles (cfr. Hch 2,1-4), de los comienzos de la Iglesia y del inicio de su misión a toda lengua, pueblo y nación.

Exhortando a la oración y a la participación en la misión, el misterio de Pentecostés ilumina la piedad popular: también esta "es una demostración continua de la presencia del Espíritu Santo en la Iglesia. Éste enciende en los corazones la fe, la esperanza y el amor, virtudes excelentes que dan valor a la piedad cristiana".

Con fórmulas conocidas que vienen de la celebración de Pentecostés (Veni, creator Spiritus; Veni, Sancte Spiritus) o con breves súplicas (Emitte Spiritum tuum et creabuntur...), los fieles suelen invocar al Espíritu, sobre todo al comenzar una actividad o un trabajo, o en situaciones especiales de angustia. También el rosario, en el tercer misterio glorioso, invita a meditar en la efusión del Espíritu Santo. Los fieles, además, saben que han recibido, especialmente en la Confirmación, el Espíritu de sabiduría y de consejo que les guía en su existencia, el Espíritu de fortaleza y de luz que les ayuda a tomar las decisiones importantes y a afrontar las pruebas de la vida. Saben que su cuerpo, desde el día del Bautismo, es templo del Espíritu Santo, y que debe ser respetado y honrado, también en la muerte, y que en el último día la potencia del Espíritu lo hará resucitar.

Al tiempo que nos abre a la comunión con Dios en la oración, el Espíritu Santo nos mueve hacia el prójimo con sentimientos de encuentro, reconciliación, testimonio, deseos de justicia y de paz, renovación de la mente, verdadero progreso social e impulso misionero.

Ha cobrado importancia la celebración prolongada de la Vigilia de Pentecostés, que tiene el carácter de una oración intensa y perseverante de toda la comunidad cristiana, según el ejemplo de los Apóstoles reunidos en oración unánime con la Madre del Señor. Esta Vigilia tiene que ser la explosión del gozo pascual, que llega a su triunfo con la recepción de la Promesa de Nuestro Señor. De ninguna manera debe minimizarse o reducirse la solemnidad, el clima de fiesta y la pulcritud que se han sostenidos durante la Cincuentena. La Iglesia resucitada con Cristo estalla de alegría por el Don maravillosos que el Padre nos envía: su mismo Espíritu, y el mismo que resucitó a Jesús.

Para preparar esta Vigilia, te proponemos algunos modelos de oraciones que irán estructurando la celebración de la Liturgia de la Palabra. Hace click en el enlace: